Pandemias, memorias y confinamientos
En estos últimos 3 meses hemos sido encerrades en nuestras casas para sobrevivir a una pandemia que ha dejado decenas de miles de muertes. El miedo, la impotencia o la apatía han invadido nuestras vidas, especialmente vulnerables en este contexto. Nos han dicho que éramos y seguimos siendo contagiosas, que la vida de otras personas dependía de nuestro encierro y sacrificio, haciendo de esta primavera una época de cuyas secuelas todavía no somos conscientes.
Las personas disidentes de sexo, cuerpo y género sabemos mucho de pandemias. Hace 3 décadas, sufrimos otra pandemia que nos vulnerabilizó frente al silencio y la falta de empatía. La pandemia del VIH nos hizo sentir contagiosas, vulnerables y con miedo. Pero, ¿sabéis qué? no se decretó ningún estado de alarma, ni luto nacional. No hubo aplausos a las 8, ni corazones verdes. Por el contrario, hubo mucho silencio. Los gobiernos, la iglesia y la opinión pública, lejos de ayudar, nos estigmatizó y culpabilizó por aquellas muertes.