Reclama Chueca

I. VISIBLIDAD

(Texto leído en la plaza Pedro Zerolo de Chueca durante la reclama bollera del 26 de abril de 2019)

Bolleras visibles y en lucha

Hoy es 26 de abril, día de la visibilidad lésbica, nuestro día de la visibilidad bollera.

Esta noche marcharemos por las calles de Chueca, histórico barrio de la lucha LGTBI, de las disidencias sexuales y de género, de las putas, de las migrantas, de las cojas.

Pero Chueca, hoy, es la actual cuna del capitalismo rosa y del pinkwashing. De cómo las políticas neoliberales instrumentalizan nuestras luchas para lavarse la cara. De cómo las empresas utilizan nuestras identidades para convertirnos en un nicho de mercado. En ese modelo de barrio, en ese modelo de ciudad, no cabemos todas.

Somos las bolleras con pluma, las butch, las marimachos, las femmes, las putones, las chonis. Somos las bolleras a las que no quieren en Chueca.

Somos bolleras contra el racismo institucional, contra las redadas policiales, los CIEs y las políticas neocoloniales.

Somos bolleras por el derecho a un vivienda digna, contra los desahucios y los contratos precarios, contra la especulación y la gentrificación.

Somos las bolleras que luchamos por una sanidad pública que no nos violente ni nos patologice. Por una educación pública que no nos invisibilice y que no mire para otro lado cuando sufrimos violencias en las aulas.

Somos bolleras combatiendo el fascismo en las calles y en las instituciones, poniendo el cuerpo y respondiendo a las agresiones lgtbfóbicas.

Somos las bolleras transfeministas, contra la cisheteronorma y contra la monogamia obligatoria.

Somos las bolleras a las que no quieren en Chueca. Ni en la televisión, ni en ningún lado.

Somos los referentes que nos han faltado. Las bolleras pobres, las precarizadas, las racializadas, las trans, las sordas, las gordas, las camioneras.

En este día de visibilidad no queremos ni podemos olvidar a las compañeras que en otros países se juegan literalmente la vida por ser visibles: Nicol Saavedra, Susana Sanhueza, María Pía Castro, Carolina Torres, Marielle Franco, entre otras.

Tampoco olvidamos a las bolleras que nos precedieron y cuyas existencias han pretendido eliminar y que no conociéramos. Por ellas, que tuvieron que esconderse para no ser repudiadas, encarceladas o ingresadas en centros psiquiátricos, también tomamos las calles.

Nuestra marcha no es solo una demostración de fuerzas, es también una declaración de intenciones.

Seguiremos retando a un sistema que nos quiere sumisas y obedientes, rebelándonos contra sus violencias con la visibilidad como arma.

Venimos dispuestas a ocupar el espacio público, a visibilizarnos en todos los espacios de nuestras vidas, a molestar, a transgredir, a estar allí donde no nos quieren.

Venimos a sacar nuestras plumas y tomar las calles.

Porque bollera, saca tu pluma, la calle es nuestra.

II. PRECARIEDAD

(Texto leído frente al Hotel Óscar durante la reclama bollera del 26 de abril de 2019)

Bolleras contra el capitalismo rosa

Nos reunimos frente a este hotel, el Hotal Óscar, por ser uno de los símbolos más visibles del capitalismo rosa.

Este establecimiento convierte a una parte de la comunidad gay en un nicho de mercado, a la vez que veta la entrada a compañeras trans y otras disidencias que al sistema no interesan.

Su dueño, Kike Sarasola, es uno de los miembros más representativos de AEGAL, la asociación de empresarios gays que es en parte responsable de la deriva neoliberal que ha tomado el barrio de Chueca, así como de la precarización y explotación laboral de las trabajadoras del circuito de ocio y
consumo de este barrio.

Las bolleras no nos podemos permitir ni los alquileres ni el ocio que nos ofrece este barrio, pues gran parte de nosotras estamos sufriendo con especial dureza las crisis cíclicas de un capitalismo cada vez más salvaje.

Encontramos serios obstáculos para acceder al empleo, debido al machismo y la plumofobia. Los puestos que conseguimos ocupar son habitualmente empleos feminizados y bollerizados. Además, debido a la lesbofobia que algunas sufrimos en nuestros entornos, tampoco podemos contar con
redes de apoyo sociales o familiares.

Un 74% de las lesbianas no se atreve a salir del armario en el puesto de trabajo y, de las que han conseguido hacerlo, un 60% ha sufrido consecuencias negativas con ello.

Cuando por fin conseguimos acceder a un empleo y nos visibilizamos como bolleras, nos enfrentamos al acoso laboral: marginación, burlas, outing, agresiones sexuales, dificultad para mejorar nuestras condiciones… Solo el 8% de estos casos llegan a los tribunales. Esto también es responsabilidad de unos sindicatos inmovilistas y aliados con el capital, que carecen de una perspectiva bollera y no saben atender a nuestra realidad específica. Además, el entorno hostil que puede suponer un puesto de trabajo nos lleva a no visibilizarnos, mintiendo o aislándonos, con los problemas de salud física y mental que esto implica. Estrés, ansiedad, depresión. La cisheteronorma perjudica gravemente nuestra salud.

Pero ante la precariedad y la pobreza a las que nos somete el sistema, las bolleras nos defendemos.

Reivindicamos el apoyo mutuo, las redes de cuidados colectivos y una lucha anticapitalista que ponga la vida en el centro.

III. RESISTENCIA

(Texto leído frente al desalojado centro social La Pluma durante la reclama bollera del 26 de abril de 2019)

Bolleras resistiendo en el corazón de Chueca

— Llegamos a nuestra siguiente parada, calle Barbieri número 5.
— Un edificio vacío.
— Puertas y ventanas tapiadas con muros de ladrillo.
— Hace casi un año un grupo de matones irrumpía en el edificio al grito de «Maricones de mierda, os vamos a matar a palos».
— ¿Quiénes eran?
— Desokupa.
— Una empresa privada dedicada a cerrar centros sociales.
— Los centros liberados por la ciudadanía organizada para responder a nuestras necesidades
asociativas, de barrio, de vida. Los espacios donde nos encontramos, nos organizamos, nos
compartimos y nos celebramos.
— Contratados por la familia Fernández Luengo, propietarios de este edificio y de varias empresas
-entre ellas la conocida línea de peluquerías Marco Aldany- 15 matones irrumpieron armados con
cizallas, barras de metal y puntales que usaron para desalojar el edificio.
— «Maricones de mierda, os vamos a matar a palos»
— Dentro se estaba construyendo La Pluma.

El centro social La Pluma, más allá del edificio que apenas duró unos días okupado, es un proyecto político.

Un proyecto transfeminista de resistencia en pleno corazón de Chueca.

Un proyecto para cambiar el barrio y la manera de situarnos en él.

Y Chueca no es cualquier barrio, es la capital del Orgullo.

Y nuestros proyectos políticos transfeministas, anticapitalistas, anticoloniales, suponen una amenaza para un Orgullo institucional que mercantiliza nuestras identidades a la vez que perpetúa una homonormatividad que nos deja fuera.

Un centro social como La Pluma es una amenaza para el modelo neoliberal de barrio en el que se ha convertido Chueca.

Nosotras buscamos espacios de encuentro para nuestra comunidad en un barrio donde el espacio público se ha vendido a bares y terrazas.

Queremos espacios para hacer política desde nuestras disidencias corporales, sexuales y de género, lugares para gozarnos, disfrutarnos y resistir frente a este sistema que pretende silenciarnos con violencia.

La Pluma era, es y será una reivindicación de lo que somos, de lo que el sistema no soporta. Porque nuestras plumas locas, camioneras, bujarras, travestis, no binarias, molestan a quienes quieren asimilarse a un modelo de vida y consumo que establece como norma al sujeto cisgénero y
heterosexual. Nuestra pluma no cabe en un orgullo pensado para el beneficio de empresas y multinacionales LGTB-friendly.

La Pluma vive en nosotras. Somos plumas andantes y revoltosas. Llamativas. De colores y formas obscenas. Variopintas. Estamos por todos lados, somos ubicuas. Las plumas existimos; y por ello resistimos.

IV. MEMORIA

(Texto leído a las puertas del bar Smoke durante la reclama bollera del 26 de abril de 2019)

Bolleras construyendo memoria colectiva

“Nada tienen de especial dos mujeres que se dan la mano”, dice la Torroja haciendo alarde de invisibilidad y negación.

Las relaciones bolleras han sido durante muchos años “amores clandestinos”, en las pelis, después de un dramón, alguna se muere.

Muchas de nosotras hemos crecido sin referentes. Pensando que lo que nos pasaba estaba mal. Y ya si eras una marimacho pues te podía caer todo el castigo de la sociedad, y con sociedad hablamos de la familia, que de eso no se habla, que ¡cuidao!, que la niña no salga rara.

Y así nos hicimos mayores, pensando que a nuestro alrededor no había bolleras, pensando que eso no existía o que eran esas señoras sufrientes de las pelis.

Pero, bolleras ha habido desde el inicio de los tiempos, seguramente, no vamos a hablar ahora de conocida señora de Lesbos y sus discípulas -aunque nunca está mal recordar que Tribade viene del verbo griego «tribae», que quiere decir frotar, y que nos encanta, claro está.

Bueno, el problema del mundo, y de las bolleras en general, es que no hacemos memoria histórica, no construimos y reconstruimos nuestro andar por tiempos pasados. Y, a estas alturas, es difícil construir la genealogía de algo que se difumina en la banalización y el secreto.

Estamos aquí porque en este lugar hay mucha memoria histórica, y muchas historias. Las historias de esas que nos precedieron y a quienes queremos rendir un homenaje. Desde las libreras y las machotas del franquismo, hasta las camioneras de nuestros días. Este bar lleva 23 años abierto y en un par de semanas cerrará sus puertas. La gentrificación lo ha alcanzado, no nos extrañe que se trate de un lugar para bolleras y no para marikas. Las bolleras seguimos invisibilizadas, con pocos espacios para nosotras y sin memoria.

Hoy 26 de abril, reclamamos los espacios, reclamamos nuestro pasado. Somos herederas de las bolleras a las que se ha reprimido, castigado y silenciado. Porque fueron, somos, bolleras existiendo y resistiendo.

V. GENTRIFICACIÓN

(Texto leído en el Mercado de San Antón durante la reclama bollera del 26 de abril de 2019)

Bolleras y vecinas en defensa del barrio

Nos encontramos frente al mercado de San Antón, pero, aunque se nombre mercado, hace tiempo que dejó de ser un mercado de pequeños comercios con productos de primera necesidad. Ahora es otro ejemplo del proceso de gentrificación neoliberal de este barrio.

Aquí en Chueca, antaño considerado inseguro y conflictivo, se empezaron a juntar marikas, bolleras, trans. Aquí, se abrieron los primeros bares, tiendas y librerías para nuestra comunidad.

En chueca, la gentrificación se ha disfrazado de “seguridad” para las nuestras, llenando el barrio de espacios destinados al ocio y al consumo, fundamentalmente de gente que no lo habita.

Esto, no es más que la elitización del barrio, con subidas exponenciales de alquileres, haciéndolo
inaccesible para la mayoría.

La subida de las rentas afecta también a los comercios; los comercios de toda la vida son sustituidos por el lujo del producto gurmé con precios desorbitados, muchos de ellos de grandes cadenas comerciales (aquí dentro hay un Corte Inglés sin ir más lejos).

O la librería Berkana que, siendo uno de los espacios de encuentro y difusión de cultura lesbiana y LGTBI más importantes de todo el Estado, se vio ante la amenaza de cierre por la subida de precio del alquiler entre otros factores.

Acusamos a los responsables: la red de empresarios LGTBI (AEGAL) y los diferentes ayuntamientos. Siendo claras, aquí solo pueden consumir hombres gays blancos y que tengan pelas. El resto de disidencias sexuales que no podemos pagar sus precios desorbitados nos quedaremos fuera. Entonces, las bolleras, más precarizadas e invisibilizadas nos quedamos fuera, no hemos sido históricamente un nicho de mercado. Y ya no hablar de bolleras migrantes, racializadas, simplemente no existen.

Nuestras identidades bolleras, nuestros cuerpos, deseos y afectos no van a encajar nunca en los deseos homonormativos de “consume y no molestes”.

Queremos ser visibles, con nuestras plumas bolleras y diversas para la transformación de los espacios que habitamos y no para el beneficio de
ningún/a empresaria.

¡No queremos bares terrazas que hinchen los bolsillos de unos pocos, sino espacios donde encontrarnos y compartirnos!

¡Queremos barrios habitables y no escaparates!

¡Las bolleras no somos una marca ni un nicho de mercado!

VI. PERFORMATIVIDAD

(Texto leído frente al bar Fulanita durante la reclama bollera del 26 de abril de 2019)

Bolleras contra la plumofobia

Queremos decir que estamos orgullosas de nuestra pluma bollera. Porque nuestra pluma femme, butch y queer molestan a la cisheteronorma.

Queremos reivindicar nuestras plumas y decir que nuestras identidades no son una reproducción o imitación de los modelos impuestos por la cisheteronorma, sino que son una forma de subvertirla y transgredirla.

Sabemos que el deseo es relacional. Y las identidades bolleras femmes, butch y queers, así como la inmensa diversidad y variedad de expresiones de género que encarnamos, suponen un cuestionamiento del ideal de feminidad heteronormativo. Porque habitamos deseos y cuerpos que
rompen con los mandatos de la heterosexualidad obligatoria. Porque nuestras plumas femme, butch y queers son disidencia.

Desde estos cuerpos y deseos, desde los que rompemos con el mandato de la heterosexualidad obligatoria, ponemos en jaque al sistema de sexo-género-deseo binario que nos impone el cisheteropatriarcado.

Porque nuestras plumas femme, butch y queers cuestionan los esencialismos del cisheteropatriarcado. Porque sabemos que el género es performativo -acciones y prácticas que repetimos y reproducimos de manera cotidiana, que se encarnan y materializan en nuestros cuerpos
bolleros.

Con ellas mostramos, expresamos y visibilizamos que no encajamos en estos modelos impositivos, y que estamos orgullosas de ello.

Reivindicamos nuestras plumas bolleras porque se nos discrimina por ellas de manera cotidiana: porque la pluma femme implica un cuestionamiento constante de nuestra orientación sexual, lo que nos hace tener que estar siempre saliendo del armario. Se nos presupone la heterosexualidad
en frases como “¿Eres lesbiana? Pues no lo pareces”.

Además, en ambientes heterosexuales nos sentimos hipersexualizadas, agrediendo nuestros cuerpos con frases como: “Lo que queréis es un trío”, «No has probado una buena polla», etcétera.

Pero en ambientes de bolleras también se cuestiona nuestra identidad, siendo categorizadas como “bolleras de perfil bajo”, o “bolleras heterosexualizadas”, exigiéndonos más para ser reconocidas
como bolleras.

La pluma butch, desde nuestras performances de género, supone una transgresión a la feminidad, siempre catalogadas como no mujeres y asimiladas a una masculinidad cis que no se corresponde
con nuestros cuerpos y deseos de nuestras masculinidades bolleras.

Desde la infancia hemos sido sujetos de discursos de odio, tratadas despectivamente como marimachos, y una vez en la edad adulta somos constantemente desexualizadas.

Reivindicamos nuestras plumas butch y femme, y todas nuestras plumas queers, porque estamos orgullosas de ellas.

Porque para nosotras son prácticas de reconocimiento que atraviesan nuestros cuerpos, nuestros deseos y nuestras identidades.

VII. CULTURA

(Texto leído en la plaza de Chueca durante la reclama bollera del 26 de abril de 2019)

¿Dónde estamos las bolleras?

La realidad bollera siempre ha sido invisibilizada y silenciada en la esfera pública. Las mujeres abiertamente lesbianas que aparecen en política, cine o televisión se cuentan con los dedos de la mano, y las pocas que aparecen son fruto de un modelo colonial y cisheteronormativo, que no da cuenta de la diversidad de nuestros cuerpos y nuestras vidas.

Por un lado la hipersexualización en el porno mainstream, que fetichiza nuestros cuerpos y nuestros deseos, por el otro los mass media, en donde las bolleras somos monógamas y la sexualidad parece que no existe más allá de un abrazo. Esto es violencia.

Aprendemos que solo podemos aspirar a una cuota mínima de representación si cumplimos con un canon físico racista, capacitista y patriarcal; inalcanzable para la gran mayoría de nosotras. Y aprendemos que nuestro deseo sexual es algo perverso, oscuro, que no debería salir a la luz excepto si es para consumo masculino.

Esta falta de referentes es uno de los mayores obstáculos a los que nos enfrentamos desde la infancia: es un vacío que nos conduce incluso a negarnos a nosotras mismas, a avergonzarnos de nuestra identidad y a reprimir nuestro deseo. En la Historia y en la ciencia las bolleras han estado
también silenciadas, ignoradas, invalidadas.

Pero, no contaban con esto, hemos resistido, seguimos existiendo. Hemos encontrado la manera de visibilizar nuestra realidad a través de nuestros propios códigos. Al encontrarnos y reconocernos entre bolleras, incluso en la distancia espacial o temporal, nos sanamos, y descubrimos que es
posible llevar una existencia lesbiana plena, orgullosa y libre.

Porque nosotras también hemos creado cultura y somos referentes, porque la ficción necesita ocuparse de personajes bolleros, diversos y transgresores que rompan los discursos tradicionales, dando voz a todas y cada una de nosotras.